Hace diez años, en 1996, comenzó en Kosovo el conflicto de guerrilla entre separatistas albaneses y las fuerzas serbias que tres años más tarde desembocarían en la guerra de Kosovo, en la que intervino la OTAN, y que finalizó con miles de fallecidos y de desplazados.
Hoy, después de una década, la provincia es jurídicamente serbia pero esta poblada por diferentes etnias: serbios, bosnio y una mayoría albanesa que desea la independencia.
Los principales problemas los tiene la población serbia. En Kosovo viven alrededor de 100.000 serbios. Además unos 200.000 de esta etnia abandonaron la provincia tras los bombardeos de la OTAN, de ellos sólo han vuelto 12.000. La ciudadanía continúa viviendo con miedo, pero intentan superarlo con dosis de esperanza.

En estos momentos se debate el futuro de esta región, y tras la muerte este mismo año de su presidente Ibrahim Rugova, las negociaciones continúan pero aún no se ha llegado a ningún acuerdo definitivo.
Las negociaciones entre los representantes albano-kosovares y de Serbia sobre el futuro estatuto de Kosovo empezaron el 20 de febrero con mediación del enviado especial de la ONU, el finlandés Martti Ahtisaari, y aún continúan.
Las delegaciones de ocho miembros, a cuyas reuniones asisten también representantes de Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN, defienden posturas radicalmente opuestas en apariencia irreconciliables.
En esta situación, son muchos los que esperan que se pueda aprobar próximamente el estatuto final que decida el futuro de Kosovo. Y muchos otros esperan también que se lleve a cabo un referéndum para constituirse como Estado independiente como el que se ha celebrado en Montenegro el 21 de mayo.
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